Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100227
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 22 de marzo de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Gullón.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 70, 1227-1228.
Tema: Deficiencias en la vida ordinaria en los ayuntamientos y necesidad de presentación de una nueva Ley municipal.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Yo tengo mucho disgusto en no haber oído a mi distinguido e ilustrado amigo el Sr. Gullón desde el principio de su discurso; y aunque tenía noticias de que iba a hacer una excitación al Gobierno, y muy especialmente a mí, no he podido asistir con la puntualidad que deseaba, por ocupaciones graves de mi cargo; le pide, pues, perdón en este punto a tan distinguido amigo. Pero me parece que le he oído lo bastante para comprender cuál sea la excitación que hoy se había propuesto, a saber: el que como síntesis de las discusiones de estos días se podría hacer una ley municipal que, de acuerdo con todos los partidos, pudiera remediar males que aquí se han denunciado.

Yo no dudo que algo podría conseguirse con una ley hecha de acuerdo con todos los partidos; pero en lo que aquí se ha discutido estos días, y en otras cosas que pudieran discutirse, me parece a mí que no ha de encontrarse remedio sólo con las leyes. (El señor Gullón: Yo lo reconozco). Esta cuestión municipal tiene su base principalmente en la educación y en las costumbres de los pueblos; así es que se ven Ayuntamientos buenos, Ayuntamientos correctos, Ayuntamientos que administran con una pureza verdaderamente laudable y plausible, cualquiera que haya sido la ley y cualquiera que haya sido el Gobierno que haya imperado y las opiniones de los concejales que constituyan el Ayuntamiento; y hay muchos en España, y tengo el gusto de recordar en este momento uno que está muy cerca de mí, porque es el de mi pueblo, el Ayuntamiento de Logroño, por ejemplo, que ha sido siempre bueno, que ha tenido una administración correcta, lo mismo imperando los conservadores que cuando mandaban los antiguos progresistas, que ahora que gobiernan los liberales, y que cuando ha llegado una perturbación como las que suelen ocurrir en este país, y se ha compuesto un Ayuntamiento de personas que al parecer no tenían capacidad para desempeñar cargos municipales, se ha visto después que el Ayuntamiento aquel ha sido tan puro como cuando lo ha desempeñado personas de alguna capacidad, y esto ocurre en muchas poblaciones.

Pues bien; al contrario de esto, hay Ayuntamientos, y no he de citar ninguno, que con unas y con otras leyes, con uno y con otros partidos, siendo concejales los de una u otra opinión, siempre el pueblo, siempre los intereses comunes están mal administrados; lo cual prueba, Sres. Senadores, que el remedio no está en las leyes; claro está que allí donde por las costumbres y por la educación del pueblo se llega a tener una administración municipal pura, correcta y verdaderamente plausible, las leyes lo que hacen es afirmar todas esas buenas cualidades, y sobre todo, las leyes son mejor cumplidas, porque donde hay buena educación y buenas costumbres, las leyes se cumplen mejor y se respetan más, lo cual contribuye más al bienestar y buena administración de los pueblos.

Pero así como no creo que se panacea bastante una ley, siquiera sea hecha por todos los partidos, yo profeso la pura y arraigada convicción de que en los Municipios y Diputaciones no debe entrar para nada la política, porque uno de los males de las Diputaciones y Ayuntamientos consiste en que se va allí con la lucha de los partidos, no con la lucha de los intereses de la localidad. Cuando llega una elección, no luchan los vecinos unos con otros para buscar un ciudadano apto, honrado y a propósito para llevarlo al Concejo, para llevarlo a la administración local, no; sino que luchan los partidos, y se va allí a vencer un partido a otro partido, no a buscar al vecino más a propósito para administrar bien los intereses del pueblo.

Pues yo profeso esa doctrina; yo creo que no habrá buenos Ayuntamientos en ninguna parte mientras no desaparezca la lucha de los partidos y se sustituya por la de los intereses de localidad o de los vecinos entre sí. (El Sr. Marqués de San Carlos: ¿Por qué interviene el Gobierno?) El Gobierno los deja libres en esta cuestión; lo que hay es, que los pueblos están divididos en dos o tres castas o familias, o grupos de familias, los unos afiliados al partido conservador, sin más que porque otras familias con las cuales están en disidencia se hallan afiliadas al partido liberal, y al contrario. Esto es lo que sucede, y contra esto no hay ley posible; no hay sino esperar a que el tiempo vaya variando las costumbres, y llegan muchas ocasiones en que los gobernadores tienen que intervenir en estas cuestiones, porque los elegidos van muchas veces al Ayuntamiento, no para administrar, sino para encausar y aplastar a los que son contrarios.

Éste es el mal y creo que el origen y base de la mala administración municipal, mal que no puede remediar solo el Gobierno; es necesario que influyan todos los partidos; es preciso ir variando poco a poco las costumbres, y que los vecinos de los pueblos se vayan convenciendo de que de nada sirve que dominen en una época para humillar a sus contrarios, porque mañana vendrá la revancha y vendrán ellos a ser los humillados por los que antes lo habían sido. Para eso es necesario que entre mucho la reflexión en los pueblos; y tratándose de estas cosas, es muy difícil que la reflexión se haga camino. Pero, en fin, todos debemos contribuir a ello, y si una de las medidas que pueden contribuir es la de que se logre formar una ley municipal de acuerdo con todos los partidos, yo no solo no tengo inconveniente en que así suceda, sino que acepto el pensamiento con mucho gusto; tanto más, cuanto que el partido liberal tiene presentado un proyecto de ley municipal que está pendiente de discusión en el Congreso, porque la Comisión nombrada ha emitido su dictamen y todo está preparado.

Supongo que esa Comisión se habrá constituido como se constituyen todas, y no sé si en ella intervendrían individuos de los demás partidos; si no los [1227] hay, yo, deseoso de responder al llamamiento de mi querido amigo el Sr. Gullón, procuraré, o que se modifique la Comisión en este sentido, o que se prescinda de ese proyecto de ley para presentar otro de acuerdo con todos los partidos, y que la Comisión que entienda en él se componga de representaciones de los mismo. Veamos si estudiando y aprobando una ley en tales condiciones, podemos llevar parte del remedio al mal, no todo el remedio. Bueno será que los Cuerpos Colegisladores y el Gobierno central demos el ejemplo de armonía y transigencia, por si de esta manera se logra igual resultado en la administración de los intereses de los pueblos.

Si ése es el propósito del Sr. Gullón, yo he de hacer cuanto me sea dable en tal sentido, así para los Ayuntamientos como para las Diputaciones provinciales, porque he dicho antes, y repito ahora, que el mayor mal consiste en que todas las cuestiones se resuelven siempre con carácter político en esas corporaciones, que única y exclusivamente deben ocuparse de administrar bien los Municipios los intereses de los pueblos, y las Diputaciones provinciales los intereses de la provincia. La política, basta y sobra con que se desenvuelva y desarrolle por los altos Cuerpos del Estado y por el Gobierno central.

Por lo demás, debo recordar que parte de este mal, que la base de esta enfermedad que hay en la administración municipal descansa en el ahogo, en el apremio con que los Ayuntamientos viven, porque, como dice un refrán muy vulgar que, aunque lo sea, me permitirá el Senado lo manifieste, ?en la casa donde no hay harina todo es mohína?. (Risas).

Pues bien, Sres. Senadores; hay Ayuntamientos que no pueden vivir; y cuando no se dispone de recursos y las necesidades crecen, es imposible administrar bien, aunque vayan al Municipio los hombres más entendidos, mejor intencionados y más prácticos. Allí donde no existen medios, no es posible administrar bien, porque habrá un pago que no pueda atenderse, mientras que otro que sea posterior, pero menor, acaso sea atendido. (El Sr. Cuesta y Santiago pide la palabra). Y así una porción de cosas, de las cuales no es dable prescindir.

Y no quiero citar aquí Ayuntamiento alguno; pero las necesidades de los pueblos aumentan, crecen rápidamente, y crecen con más rapidez e intensidad con que aumentan los recursos que han de servir para atenderlas. Sin embargo, hay Ayuntamiento que, no teniendo más recursos que los que tenía hace muchos años, se ve en la precisión de atender a necesidades que de veinte años a esta parte se han creado, y que es imposible atender, o hay que atenderlas mal.

Y a todo esto hemos de acudir, si queremos contar con una buena administración municipal, siendo indudable que debemos imponernos grandes esfuerzos y sacrificios para lograrla, porque es la base del bienestar de los pueblos, y por tanto, del país. Todo lo que hagamos en este sentido será poco, y el Sr. Gullón y los Sres. Senadores hallarán al Gobierno dispuesto en este camino para ejecutar cuanto sea conveniente, a fin de mejorar, hasta donde nuestras fuerzas alcancen, la administración municipal y provincial. [1228]



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